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Sinopsis Abril vive sola en una casa frente al mar. Ha elegido la soledad como una forma de libertad, cultivando un amor propio radical y profundo. En su mundo de rituales silenciosos, diarios escritos a mano y atardeceres en calma, ha encontrado una forma de existencia que no necesita de otros para validarse. Pero a medida que el tiempo pasa y los días se tornan espejos repetidos, comienza a surgir una pregunta ineludible: ¿Puede el amor propio ser suficiente para siempre? Esta es la historia de una mujer que se eligió a sí misma por encima de todo... y murió en absoluta soledad. Una oda a la belleza de la introspección y una elegía a las ausencias que también nos habitan. Epílogo La noticia tardó en llegar al pueblo. Fue el cartero quien, extrañado por semanas de cartas sin respuesta, subió hasta la casa del acantilado. Golpeó la puerta. No hubo respuesta. Vio las flores marchitas en la ventana. El silencio, esta vez, no tenía la tibieza habitual: era un silencio hueco, suspendido, como una nota final que no se atrevía a morir. Cuando entraron, todo estaba impecable. Las velas apagadas, pero aún con aroma. El vestido rojo. La carta sobre la mesa. Y Abril, sentada frente al mar, con una serenidad tan perfecta que por un instante nadie pensó en la muerte. Parecía dormida. Como si aguardara a alguien que jamás llegó. El pueblo, que poco sabía de ella, habló de la mujer del acantilado durante semanas. Algunos la recordaban como ""la solitaria"", otros como ""la distinta"". Pero cuando un joven periodista encontró su diario entre las pertenencias cuidadosamente guardadas, la historia cambió. No era una mujer rota, ni loca, ni extravagante. Era una voz. Una revelación. El diario se publicó meses después, bajo el título que ella misma había anotado en la primera página: Los silencios de Abril. Lo que siguió fue inesperado. Mujeres -y también hombres- comenzaron a escribir sobre lo que significaba elegirse, lo que dolía sostenerse a una misma cuando el mundo exigía compañía. Se convirtió en una obra de culto. En grupos de lectura, en cafés, en universidades, se hablaba de Abril como de una figura poética, casi mística. Alguien que se atrevió a vivir -y a morir- sin pedir permiso. Pero más allá del mito, quedó algo más profundo: la pregunta. ¿Es posible bastarse para siempre? ¿Dónde termina la libertad y empieza la soledad? ¿Y qué ocurre cuando el amor propio, ese que tanto se predica, no encuentra un rostro al que abrazar? La casa del acantilado sigue ahí. Algunos dicen que, por las noches, si se escucha con atención, el viento trae su risa. Otros juran haber visto luces encendidas cuando nadie subió. Y hay quien deja flores en la entrada, sin firmar, como quien agradece a quien nunca conoció, pero le salvó la vida. Abril no murió por no amar. Murió por no ser vista. Y quizás, en la eternidad de su silencio, dejó la mayor lección: El amor más valiente es el que empieza en una misma. Pero el amor más humano, siempre, necesita ser compartido. Notas de la autora Esta novela es una exploración íntima sobre los límites del amor propio, la belleza de la soledad elegida y el eco que deja la ausencia del otro. Está dedicada a todas las mujeres que han aprendido a sostenerse solas, pero que aún desean ser vistas.

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9798283987613

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