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"A la edad de catorce a�os, tras leer un fragmento de la Suma Teol�gica de Tom�s de Aquino, me propuse refutar a numerosos maestros materialistas que prefer�an el nihilismo en lugar de explorar el significado de la vida, el mundo y la muerte. Treinta a�os despu�s me encontr� enclaustrado en una solitaria torre en Chennai, India. Fue entonces cuando, tras trasegar continentes, filosof�as, profesiones, artes e idiomas, llegu� a la conclusi�n de que los misterios del universo eran insondables. Preguntas ancestrales como ""�De d�nde venimos?"", ""�Ad�nde vamos?"" y ""�Por qu� existimos?"" ser�an abandonadas en mi b�squeda tras veintisiete a�os de estudio. Al d�a siguiente, mientras caminaba en mi habitaci�n, frente a una imagen del Sagrado Coraz�n de Jes�s, experiment� una fuerza invisible que toc� mi frente, la regi�n del tercer ojo seg�n los antiguos escritos indios. Sent� un intenso dolor y angustia en mi pecho, seguidos de profundo j�bilo y un amor sublime. Este fen�meno se repiti� durante casi dos horas, durante las cuales intu�, mediante juicios abductivos, la arquitectura de nuestra inmortalidad y el universo. En t�rminos de filosof�a pragm�tica, recib� el conocimiento que tanto hab�a buscado, en una epifan�a af�n a las descritas por William James en su obra ""Las Variedades de la experiencia religiosa"", ""Un d�a en oraci�n, en las escaleras del coro de la iglesia dominicana, vio claramente el designio de la sabidur�a divina en la creaci�n del mundo. En otra ocasi�n, durante una procesi�n, su esp�ritu fue arrebatado en Dios, y le fue concedido contemplar, en forma e im�genes adecuadas al d�bil entendimiento de un habitante de la tierra, el profundo misterio de la Sant�sima Trinidad. Esta �ltima visi�n inund� su coraz�n con tal dulzura, que el solo recuerdo de ella en tiempos posteriores le hac�a derramar abundantes l�grimas[1]"". Mi mayor agradecimiento es la Virgen Mar�a, la cual, como comento en mi introducci�n a ""Himnos a Jes�s"", me entreg� el don de conocer la inspiraci�n divina, como anta�o se lo hab�a otorgado a tantos ilustres amanuenses que oraban por su intercesi�n: ""Fichter est� convencido de que el florecimiento acad�mico de Su�rez se debi� a una intervenci�n sobrenatural provocada por la intercesi�n de Mar�a, la Madre de Dios. Asimismo, De Scoraille considera la posibilidad de una intervenci�n divina, citando como ejemplos de tales sucesos las leyendas de Alberto Magno y Duns Escoto, de quienes se dec�a que hab�an recibido prodigiosos dones intelectuales similares despu�s de buscar la intercesi�n de la Sant�sima Virgen[2]"". Muchas de las intuiciones obtenidas en ese momento se han traducido en este libro, acompa�adas de escritos que he venido publicando desde 2001 en revistas especializadas de Europa y Am�rica. ""La definici�n de Dios"", que ya era un tema central en mi novela ""Nuevas Tardes en Manhattan"", fue escrito a petici�n del fil�sofo Martin Cohen para la enciclopedia ""Fundamentos de �tica y filosof�a"", publicada por Hodder Education en 2005. [1] James, W. (1902). ""One day in orison, on the steps of the choir of the Dominican church, he saw in a distinct manner the plan of divine wisdom in the creation of the world. On another occasion, during a procession, his spirit was ravished in God, and it was given him to contemplate, in a form and images fitted to the weak understanding of a dweller on the earth, the deep mystery of the holy Trinity. This last vision flooded his heart with such sweetness, that the mere memory, of it in after times made him shed abundant tears"". Varieties of Religious Experience. Modern Library. [2] Su�rez, Francisco (1999). A Companion to Francisco Suarez. Edited by Victor Salas and Robert Fastiggi, 2."

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9798877668331

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